Un habitante de Itagüí dejó todo por recorrer seis países de Suramérica en bicicleta

¿Se imagina dejarlo todo por viajar por distintos países en bicicleta?, eso fue lo que hizo Fredy Uribe, un habitante de Itagüí de 50 años de edad que cambió su microempresa y todo lo que había construido hasta ese momento, por ser feliz atravesando a Colombia y Suramérica en bici.

Fredy ha conocido Ecuador, Bolivia, Perú, Argentina, Chile y casi todo Colombia a bordo de su transporte de dos ruedas.

“Hasta ahora no me arrepiento un solo minuto de haber dejado todo atrás y de empezar a vivir mi vida en una bicicleta, ha valido la pena esta vida la otra, la otra y la otra”, dice entre sonrisas.

Su historia con la bici comenzó a los 39 años, a esa edad empezó a montar de manera recreativa y a hacer ciclomontañismo con un grupo llamado Nuevos Caminos por Antioquia, con ellos tuvo la oportunidad de conocer trochas, pueblos y diferentes municipios.

Después de recorrer su departamento, empezó a realizar viajes nacionales con los cuales conoció Coveñas, Tolú, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Rioacha, Eje Cafetero, Buenaventura, Manizales, entre otras ciudades.

En ese tiempo montar en bicicleta se le había convertido en su mayor pasión, por eso, solo trabajaba en su microempresa de mensajería para recolectar el dinero que necesitaba para sus viajes y sacaba vacaciones de 15 días para continuar con sus travesías.

Durante uno de sus viajes por Colombia, Fredy o Pitufo, como también es llamado, conoció a cuatro parejas de bici viajeros que tenían como destino final Argentina y le sorprendió tanto que empezó a investigar si sí era posible llegar hasta ese país en cicla.

Al darse cuenta de que muchas personas dedicaban sus vidas a realizar estos recorridos, tomó la decisión de dejarlo todo y hacerlo él también y fue así como a sus 44 años comenzó su travesía por seis países de Suramérica.

Antes de iniciar su viaje, Pitufo dejó su microempresa y vendió todo lo que tenía para iniciar con su aventura y aunque lo que obtuvo económicamente le ayudó para solventar su viaje, la mayor parte del tiempo subsistió vendiendo bicicleticas hechas con alambre que sirven de llavero o de dije.

Estas artesanías no tienen un valor económico establecido, Fredy deja que sean las personas las que le pongan el precio y es así como ha recibido desde 500 pesos a 50 mil pesos por ellas.

En su bicicleta lleva todo que él considera que es necesario para vivir; dos fogones uno de gasolina y otro de gas, ollas, leche, café. Chocolate, aguapanela, tres libros, su radio, ropa básica de bicicleta, chaquetas, impermeable y su carpa.

Durante su recorrido su lugar para descansar y su hogar es una carpa que arma entre la naturaleza o donde lo coja la noche, ha acampado en un sinnúmero de lugares; campos militares, iglesias, ríos y entre ellos, el más singular, un cementerio en la Patagonia chilena.

A Fredy la bicicleta le cambió la vida por completo y aunque con su anterior vida era feliz dice que ahora lo es mucho más y que aprendió a contemplar la vida de una manera diferente.

“No tengo piernas de acero, tengo corazón y pasión de acero, por eso logro recorrer con tranquilidad los lugares que me proponga con buena musiquita y sin afán”.