El Jueves Santo inicia el acto central de la Semana Santa, el Triduo Pascual, una ceremonia que va hasta el sábado y conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En ese día se celebra específicamente la Última Cena, Lavatorio de los Pies o “In Coena Domini”, un acto en el cuál Cristo instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio de la Iglesia.
En esta celebración, el sacerdote hace una mímesis de la cena que Jesús tuvo con sus doce discípulos, donde según la Biblia, compartió el pan y el vino antes de despedirse de ellos. Acto seguido se instaura el monumento, un lugar especial donde se guarda la reserva del Santísimo Sacramento (hostia), pues luego de terminada la ceremonia del Lavatorio de los Pies, los tabernáculos o sagrarios deben quedar vacíos para simbolizar la ausencia de Cristo crucificado, muerto y sepultado.
Es una tradición de los católicos visitar durante la noche del Jueves Santo los monumentos de las iglesias, cada una con conceptos estéticos diferentes, que dependen de la visión o reflexión que quiera transmitir los párrocos al pueblo.
La costumbre de recorrer los monumentos la introdujo a la fe católica San Felipe Neri en el siglo XVI, con el fin de contrarrestar la decadencia moral que el renacimiento produjo en esa época.
A través de las visitas a los diferentes monumentos, la iglesia invita a los fieles a orar, tener una conexión más íntima con Cristo y reflexionar sobre el recorrido que hizo desde el Cenáculo hasta el Monte Calvario.
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